Comentarios de un emotivo encuentro 25/07/2004
COMENTARIOS DE UN EMOTIVO ENCUENTRO
Yo algunas veces, y no con la asiduidad que desearía, hago como los poetas andariegos de Rusadir, nuestros amigos y compañeros de los domingos en La Voz de este periódico, Eladio Algarra y el rusadiano Garbín, y es pasear por las céntricas calles peatonales de esta Málaga, con razón llamada La Bella, donde suelo encontrarme con amigos de todas las épocas y más de algunos de cuando calzábamos pantalones por debajo de las rodillas, hoy llamados “bermudas” o con los bombachos abrochados en las espinillas. Uno de estos amigos es Carlos Ordiñana, que en sus viajes periódicos a Málaga pasamos algunas horas comentando cosas que casi siempre son de nuestra ciudad, nuestra Melilla. Una de estas veces, socarronamente y para que se alegrara, le enseñé la página de este periódico del 20 de junio donde se pueden ver una veintena de señores que pertenecen a la promoción 1953-54 del Colegio La Salle; que ya ha llovido lo suyo. Carlos, que según la fotografía, es el segundo por la izquierda, me explicó que el acto del Primer Encuentro, -con mayúsculas para que se repita-, fue de lo más emotivo porque allí se reencontraron amigos que hoy peinan canas; y digo yo que después de medio siglo, ¿qué vamos a peinar?. La procedencia de la gran mayoría de los asistentes era de Barcelona, Valencia, Madrid, Málaga, etc. . Pero lo más curioso, me dijo, es que todos cantaron el himno del Colegio sin que a ninguno se le olvidara la letra después de tantos años. Fue como un sello indeleble, igual que todo lo ocurrido en nuestra niñez, que jamás se borra de nuestros pensamientos, porque somos, al llegar a la edad de adulto, niños inflados por los años. Carlos me hizo hincapié en decir que los organizadores del evento fueron, entre otros, los señores Yebra, Vallejo, Fernández y Guillen, que se dedicaron durante meses y de forma altruista a reunir a los 19 antiguos alumnos repartidos por toda nuestra geografía. Por lo tanto a ellos hay que agradecerles el hecho de que unos compañeros de toda la vida, y alejados por las circunstancias, se reúnan en el colegio en que recibieron su primera educación, cosa que por su emotividad es la fotografía de color sepia que jamás se borrará de sus pensamientos. También echaron de menos la presencia de algunos compañeros que ya no se encuentran entre nosotros, como el señor Boix de la famosa y emblemática papelería de la Avenida que todos los melillenses conocemos.
Me dijo que el año que viene el encuentro quizás se celebre en la Península, concretamente en Granada. Ante mi extrañeza de ese cambio me dijo que ir a Melilla les supone un costo oneroso. Así que los señores que mandan en la “Casa Grande” de la Plaza de España, tomen nota para el año que viene y ayuden a organizar esta clase de eventos de antiguos “niños litris”. Digo lo de litris con todo el cariño, porque era así como les decían a los chaveas que cursaban sus estudios en el Colegio La Salle, “Colegio de Los Hermanos”, como siempre se les ha conocido, lo mismo que a las niñas del Buen Consejo, se les llamaba las del “Buen Conejo”, (con perdón).
Desde estas líneas les auguro y deseo nuevos encuentros a todos ellos y en especial a mi buen amigo Carlos Ordiñana.
Reciban un cordial saludo.
Juan J. Aranda
Málaga 25 de julio de 2004
Yo algunas veces, y no con la asiduidad que desearía, hago como los poetas andariegos de Rusadir, nuestros amigos y compañeros de los domingos en La Voz de este periódico, Eladio Algarra y el rusadiano Garbín, y es pasear por las céntricas calles peatonales de esta Málaga, con razón llamada La Bella, donde suelo encontrarme con amigos de todas las épocas y más de algunos de cuando calzábamos pantalones por debajo de las rodillas, hoy llamados “bermudas” o con los bombachos abrochados en las espinillas. Uno de estos amigos es Carlos Ordiñana, que en sus viajes periódicos a Málaga pasamos algunas horas comentando cosas que casi siempre son de nuestra ciudad, nuestra Melilla. Una de estas veces, socarronamente y para que se alegrara, le enseñé la página de este periódico del 20 de junio donde se pueden ver una veintena de señores que pertenecen a la promoción 1953-54 del Colegio La Salle; que ya ha llovido lo suyo. Carlos, que según la fotografía, es el segundo por la izquierda, me explicó que el acto del Primer Encuentro, -con mayúsculas para que se repita-, fue de lo más emotivo porque allí se reencontraron amigos que hoy peinan canas; y digo yo que después de medio siglo, ¿qué vamos a peinar?. La procedencia de la gran mayoría de los asistentes era de Barcelona, Valencia, Madrid, Málaga, etc. . Pero lo más curioso, me dijo, es que todos cantaron el himno del Colegio sin que a ninguno se le olvidara la letra después de tantos años. Fue como un sello indeleble, igual que todo lo ocurrido en nuestra niñez, que jamás se borra de nuestros pensamientos, porque somos, al llegar a la edad de adulto, niños inflados por los años. Carlos me hizo hincapié en decir que los organizadores del evento fueron, entre otros, los señores Yebra, Vallejo, Fernández y Guillen, que se dedicaron durante meses y de forma altruista a reunir a los 19 antiguos alumnos repartidos por toda nuestra geografía. Por lo tanto a ellos hay que agradecerles el hecho de que unos compañeros de toda la vida, y alejados por las circunstancias, se reúnan en el colegio en que recibieron su primera educación, cosa que por su emotividad es la fotografía de color sepia que jamás se borrará de sus pensamientos. También echaron de menos la presencia de algunos compañeros que ya no se encuentran entre nosotros, como el señor Boix de la famosa y emblemática papelería de la Avenida que todos los melillenses conocemos.
Me dijo que el año que viene el encuentro quizás se celebre en la Península, concretamente en Granada. Ante mi extrañeza de ese cambio me dijo que ir a Melilla les supone un costo oneroso. Así que los señores que mandan en la “Casa Grande” de la Plaza de España, tomen nota para el año que viene y ayuden a organizar esta clase de eventos de antiguos “niños litris”. Digo lo de litris con todo el cariño, porque era así como les decían a los chaveas que cursaban sus estudios en el Colegio La Salle, “Colegio de Los Hermanos”, como siempre se les ha conocido, lo mismo que a las niñas del Buen Consejo, se les llamaba las del “Buen Conejo”, (con perdón).
Desde estas líneas les auguro y deseo nuevos encuentros a todos ellos y en especial a mi buen amigo Carlos Ordiñana.
Reciban un cordial saludo.
Juan J. Aranda
Málaga 25 de julio de 2004
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