domingo, enero 08, 2006

Poemas Septiembre 2004

POEMAS SEPTIEMBRE DE 2004


En mis noches sin luna,
como una estela de luz,
tu alegría es la que me alumbra.
La greda traslúcida que forma mi amor,
como la alegre brisa
que frota mis pensamientos,
siempre eres tú.
Mi vida y mis sueños,
siempre eres tú.
Cuando en nuestro hogar
dominan los nubarrones,
la que enciende la luz de la esperanza,
siempre eres tú.
Cuando están llenos de tristeza
mis ojos,
la que el velo me quita
colmándolos de alegría,
siempre eres tú
El misterioso poder
que sale de mi corazón,
la que lo recibe con amor,
siempre eres tú.







Es la mujer melillense morena
y guapa africana,
muy sobre sí consciente
de su sentir español.



A mi mujer, Ana María, melillense como mi menda lerenda.







El viento en El Lobera
hace de atronadora orquesta
al compás de compasillo,
haciendo cantar sus árboles
con cascabeles en sus ramas
a sus hojas bailonas y risueñas.
El de su hermano,
el llano y bello Hernández.
en tres por cuatro por sus parterres
es un vals que balancea a sus palmeras.



“Los tristes creen que los vientos gimen; los alegres que cantan”.
(Patricia Highsmith)


Al Lobera y al Hernández




El río Oro es el irreversible flujo del tiempo, y España, en este caso Melilla, sabe de sus lágrimas que a veces recorren sus calles casi ahogándola (19 febrero de 1985, una de tantos).
La poesía hace justicia a las palabras que emocionan. Es como si fuera mágico cuando uno la escribe, como si liberaras quitando la mordaza de la injusticia. En este caso es el descorrer de las cortinas del recuerdo de nuestra vida; en este caso de la mía, el transcurso de ella de hace años. Si les digo que mis ojos quedan absortos en las estrellas junto a esta bahía malagueña recordando el áncora que me ata a Melilla, siendo mi madre la que me amarró a él con su cordón de amor, pensarán que es una nadería, y les puedo asegurar que es romanticismo y tan real como la vida misma. Algunos de mis coetáneos recordarán el agua apagada del estío a veces bravía de Trápana llegando sus gotas como suave azote por el viento a las parejas que se asomaban a sus murallas cercanas a las cuevas del Conventico junto al Bonete erguido y orgulloso como una proa de la nave de nuestro Rusadir. Ellos reían apartándose y saludando a las olas que rompían en las rocas.
En verano, cuando la Feria de septiembre se convertía en la tundidora de las calles del Centro, en el “Tubo del agua caliente” de la Fabrica de la Luz en San Lorenzo, con la comunión cumplida, muchas olas venían muy tendidas sin apenas mojar los pies, otras tomaban sus fuerzas desde el Faro del Puerto, llegando muy altas y haciendo flotar nuestros pequeños cuerpos en el rebalaje de arena amarilla. Pero de pronto a corta distancia se veía una muy grande con su cresta de espuma, lamiendo el Cargadero del Mineral en toda su largura, que recibíamos con gritos de alegría mezclados con escondido miedo; era el momento en que se nos caían los bañadores dejando nuestras partes, aún no pudendas, al socaire de las olas.
Al viejo de la boina y el bastón cuando aún no le habían dado la jubilación (licencia decía él) en el Ayuntamiento gustaba tomarse sus buenos vasos de vino en Casa de Carmelo, en la Cañada o Avenida de Castelar, diciendo como un experto sumiller, sin serlo, claro: “El vino de Casa Carmelo es amarillo, muy ligero y de trago largo”. Otra de las cosas que solía decir poco antes de irse con su esposa a descansar a la Purísima era que tenía un amigo filógrafo (coleccionista de autógrafos) con firmas de artistas venidos a Melilla en las primeras décadas del pasado siglo. Él tenía uno en un papel de color sepia, por lo antiguo que era, de “La Cachabera”, una artista que conoció en los años de cuando el “Desastre”, el de Annual y que más tarde se hicieron muy “íntimos” amigos. Este venerable anciano era un sentimental lleno de lirismo disfrazado de humorismo con retranca. Siempre decía que para ser alborotador hay que serlo de conciencias. Hace cuarenta años me dijo que en La Purísima debía haber una estatua de Moisés encima de la tumba de los Héroes Desconocidos en las guerras de Melilla, relatándome un hecho del gran Miguel Angel de cuando acabó de esculpir la estatua del portador de las Tablas de la Ley, anécdota que he podido leer hace varias semanas en el dominical de El País donde Manuel Vicent me lo hizo recordar que cuando Miguel Angel acabó la estatua de Moisés, le dio con el martillo en la frente diciéndole: “ Habla perro”, y el mármol de Moisés habló así: “ Creaste a David para hacer feliz el aire de Florencia, y por eso es música; y a mí me has creado para estar sentado sobre la carroña de un Papa, y por eso guardo la voz de los muertos”.
Como digo al principio son pasajes de la vida en el recuerdo. Yo creo que la piel de un poeta está hecha de palabras nerviosas voladoras en cielos de distintos colores menos el gris plomizo, que a mi no me gusta. Come a veces con los ojos cuando le falta un lápiz para apuntar lo que su memoria le niega, y la digestión la hace a través de las palabras llenas de encanto.

Juan J. Aranda
Málaga septiembre 2004