Poemas Abril 2004
POEMAS ABRIL 2004
Dejen hablar al río
con sus piedras peladas
si son bañadas
con aterciopelado encanto.
Dejen hablar al viento
cuando es su brisa
la que acaricia.
Dejen hablar al árbol
y a su sombra
cuando sus ramas son
suavemente mecidas
por un silencioso Eolo.
Dejen crecer las espinas
al rosal para que cuiden
sus flores de nuestra sinrazón.
Sol cegador en las calles desiertas,
que al amor anuncia su llegada,
es la luz quemante del estío.
Momentos de ternura
con besos de amor en
frescos y oscuros portales.
Mientras la tarde que se va
y la noche que la saluda
se abrazan quitando la luz crepuscular.
Cuerpo tembloroso que arde
en la mano torpe que acaricia,
mientras la oratoria muda de sus ojos
hablan solo de amor.
Con tu Rusadir barbacano
que te guarda y te mima,
y el Gurugú que te vigila
escabroso y salvaje.
Melilla, lugarón que fuiste
antaño gayola de presos
sonriente y feliz eres hogaño.
Unas veces por vecinos asediada,
otras por hermanos desamparada,
Pero siempre por aquéllos
tu pureza española
sin razón es deseada.
Desde Bernardino de Mendoza la
pequeña campana tañida con sonido
lejano y seco de muerto,
con tristeza y pena es escuchada
Y el conífero ciprés,
árbol invernizo del cementerio,
con sus hojas de escamas al viento,
es la sombra que siempre acoge
con bienvenido silencio al nuevo
residente, que en su eterna y
perpetua oscuridad contará las estrellas
que a La Purísima iluminan.
No es oropel de relumbrón,
ni tampoco aprendiz de río,
es el Oro,
el de las ranas,
el de los sapos,
el de la aguada de mi padre,
el que a veces
a Melilla, con sus buches,
atraviesa su corazón.
Eladio: como tengo el permiso de mi amigo Ricardo Redoli, te iré enviando varios de sus chisnetos para que los vayais publicando los domingos que os venga bien. Todos los que recibais no han sido publicados en “Melilla Hoy”. Como habreis comprobado todos ellos son jocosos pero muy “sabrosos” y cachondos y a algunos lectores les gustaría sonreír los domingos por las mañanas a la hora del café.
De los tres libros de Redoli el primero lo prologó su amigo el fallecido Chumi Chumez, y entre otras cosas dice: “Domina el lenguaje preciso, sin una palabra de más ni una menos, sin titubeo rítmico, sin un significado ambiguo, para describir en sus Chisnetos las historias que muchos conocemos y que gracias a la técnica precisa, al oficio, a la sabiduría para sustituir voces habladas por palabras escritas que tiene Redoli, se transforman en objetos literarios de la calidad de las fábulas morales de nuestros abuelos.”
Te ruego, si es posible, hagas constar al final de cada chisneto el nombre de Ricardo Redoli y entre parentesis: (amigo de Juan J. Aranda).
Te envío un abrazo.
DE UNO QUE DENUNCIA UN ADULTERIO
Un tipo denunció en el cuartelillo:
“Mi esposa está incurriendo en adulterio
en un lugar de citas poco serio
con un tipo delgado y morenillo”.
El jefe policial que oyó la queja
ordenó a un auxiliar que acompañara
al pobre demandante y que atrapar
en flagrante delito a la pareja.
Al salir los amantes del hotel,
el poli se adelanta porra en mano:
“Ésa no es mi mujer ni el tío es él”,
le grita, sujetándole, el fulano:
Y contesta, indignado, el policía:
“¡Claro que no es la suya, ésa es la mía!”.
Ricardo Redoli
(amigo de Juan J. Aranda)
EL BORRACHO Y EL PEQUEÑO CRUCIFIJO
Un borrachín en paro entró un buen día
en la iglesia del pueblo en que habitaba
y encarándose a un Cristo que colgaba,
con voz aguardentosa, le decía:
“Si de aquí a quince días no trabajo,
vengo con un martillo y te machaco.”
Acabado su reto con un taco,
marchóse el borrachuzo calle abajo.
Unos días después-siete en concreto-
regresó a recordar a la escultura
que mantenía en pie su firme reto
y llevaría a cabo su locura
si antes de una semana –exactamente-
no encontraba un empleo permanente.
El sacristán del templo que escuchó
en las dos ocasiones al beodo,
actuó en consecuencia y –a su modo-
una ladina treta preparó.
Quitó la gran imagen de madera
y puso una pequeña en su lugar.
Pretendiendo, con ello, equivocar
a aquél provocador. De esta manera,
cuando volvió el borracho el día previsto,
tuvo un pronto que fue visto y no visto.
Más, luego, de coger el crucifijo
y mirarlo con ojos de mamado,
le dijo íntimidante: “ Escucha, hijo,
di a tu padre que salga, que he llegado.”
Ricardo Redoli
(amigo de Juan J. Aranda)
DE VISITA AL TRAUMATOLOGO
Uno que se las da de sabidillo
Acude a un traumatólogo eminente
Y, él mismo, diagnostica firmemente:
Doctor, tengo un desgarro en el tobillo.”
El médico le explora con cuidado
Y, después de unas diez comprobaciones,
Le dice que se baje los calzones.
“Doctor, si es el tobillo el afectado...”
Lejos de preocuparle aquél aviso,
Le introduce una tranca por el ano.
El otro se revuelve como un lince.
El diagnóstico clínico es preciso:
“Eso si es un desgarro simple y llano;
lo del tobillo, solo es un esguince.”
Ricardo Redoli
(amigo de Juan J. Aranda)
Dejen hablar al río
con sus piedras peladas
si son bañadas
con aterciopelado encanto.
Dejen hablar al viento
cuando es su brisa
la que acaricia.
Dejen hablar al árbol
y a su sombra
cuando sus ramas son
suavemente mecidas
por un silencioso Eolo.
Dejen crecer las espinas
al rosal para que cuiden
sus flores de nuestra sinrazón.
Sol cegador en las calles desiertas,
que al amor anuncia su llegada,
es la luz quemante del estío.
Momentos de ternura
con besos de amor en
frescos y oscuros portales.
Mientras la tarde que se va
y la noche que la saluda
se abrazan quitando la luz crepuscular.
Cuerpo tembloroso que arde
en la mano torpe que acaricia,
mientras la oratoria muda de sus ojos
hablan solo de amor.
Con tu Rusadir barbacano
que te guarda y te mima,
y el Gurugú que te vigila
escabroso y salvaje.
Melilla, lugarón que fuiste
antaño gayola de presos
sonriente y feliz eres hogaño.
Unas veces por vecinos asediada,
otras por hermanos desamparada,
Pero siempre por aquéllos
tu pureza española
sin razón es deseada.
Desde Bernardino de Mendoza la
pequeña campana tañida con sonido
lejano y seco de muerto,
con tristeza y pena es escuchada
Y el conífero ciprés,
árbol invernizo del cementerio,
con sus hojas de escamas al viento,
es la sombra que siempre acoge
con bienvenido silencio al nuevo
residente, que en su eterna y
perpetua oscuridad contará las estrellas
que a La Purísima iluminan.
No es oropel de relumbrón,
ni tampoco aprendiz de río,
es el Oro,
el de las ranas,
el de los sapos,
el de la aguada de mi padre,
el que a veces
a Melilla, con sus buches,
atraviesa su corazón.
Eladio: como tengo el permiso de mi amigo Ricardo Redoli, te iré enviando varios de sus chisnetos para que los vayais publicando los domingos que os venga bien. Todos los que recibais no han sido publicados en “Melilla Hoy”. Como habreis comprobado todos ellos son jocosos pero muy “sabrosos” y cachondos y a algunos lectores les gustaría sonreír los domingos por las mañanas a la hora del café.
De los tres libros de Redoli el primero lo prologó su amigo el fallecido Chumi Chumez, y entre otras cosas dice: “Domina el lenguaje preciso, sin una palabra de más ni una menos, sin titubeo rítmico, sin un significado ambiguo, para describir en sus Chisnetos las historias que muchos conocemos y que gracias a la técnica precisa, al oficio, a la sabiduría para sustituir voces habladas por palabras escritas que tiene Redoli, se transforman en objetos literarios de la calidad de las fábulas morales de nuestros abuelos.”
Te ruego, si es posible, hagas constar al final de cada chisneto el nombre de Ricardo Redoli y entre parentesis: (amigo de Juan J. Aranda).
Te envío un abrazo.
DE UNO QUE DENUNCIA UN ADULTERIO
Un tipo denunció en el cuartelillo:
“Mi esposa está incurriendo en adulterio
en un lugar de citas poco serio
con un tipo delgado y morenillo”.
El jefe policial que oyó la queja
ordenó a un auxiliar que acompañara
al pobre demandante y que atrapar
en flagrante delito a la pareja.
Al salir los amantes del hotel,
el poli se adelanta porra en mano:
“Ésa no es mi mujer ni el tío es él”,
le grita, sujetándole, el fulano:
Y contesta, indignado, el policía:
“¡Claro que no es la suya, ésa es la mía!”.
Ricardo Redoli
(amigo de Juan J. Aranda)
EL BORRACHO Y EL PEQUEÑO CRUCIFIJO
Un borrachín en paro entró un buen día
en la iglesia del pueblo en que habitaba
y encarándose a un Cristo que colgaba,
con voz aguardentosa, le decía:
“Si de aquí a quince días no trabajo,
vengo con un martillo y te machaco.”
Acabado su reto con un taco,
marchóse el borrachuzo calle abajo.
Unos días después-siete en concreto-
regresó a recordar a la escultura
que mantenía en pie su firme reto
y llevaría a cabo su locura
si antes de una semana –exactamente-
no encontraba un empleo permanente.
El sacristán del templo que escuchó
en las dos ocasiones al beodo,
actuó en consecuencia y –a su modo-
una ladina treta preparó.
Quitó la gran imagen de madera
y puso una pequeña en su lugar.
Pretendiendo, con ello, equivocar
a aquél provocador. De esta manera,
cuando volvió el borracho el día previsto,
tuvo un pronto que fue visto y no visto.
Más, luego, de coger el crucifijo
y mirarlo con ojos de mamado,
le dijo íntimidante: “ Escucha, hijo,
di a tu padre que salga, que he llegado.”
Ricardo Redoli
(amigo de Juan J. Aranda)
DE VISITA AL TRAUMATOLOGO
Uno que se las da de sabidillo
Acude a un traumatólogo eminente
Y, él mismo, diagnostica firmemente:
Doctor, tengo un desgarro en el tobillo.”
El médico le explora con cuidado
Y, después de unas diez comprobaciones,
Le dice que se baje los calzones.
“Doctor, si es el tobillo el afectado...”
Lejos de preocuparle aquél aviso,
Le introduce una tranca por el ano.
El otro se revuelve como un lince.
El diagnóstico clínico es preciso:
“Eso si es un desgarro simple y llano;
lo del tobillo, solo es un esguince.”
Ricardo Redoli
(amigo de Juan J. Aranda)
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