A nuestros mayores 16/01/2004
A NUESTROS MAYORES
Ahora que se acercan las Elecciones Generales tengo que decirle al señor don José Butrón (este periódico 06/02/04) que los políticos que en los mítines cuando vienen a persuadirnos a todos para que les votemos, sean del color que sean, debemos tenerles en cuenta una cosa muy importante: que las razones que invoquen para que le endiñemos la papeleta tienen que hacer vibrar nuestros sentimientos. Hay que desechar a los que crean los problemas para que la población siempre esté en vilo, como muchos gobernantes suelen hacer, por no decir la gran mayoría.
El título: “¿Quién piensa en nuestros mayores?”. Le diré, señor Butrón, exceptuando algunos altruistas, que somos nosotros quienes pensamos en nosotros mismos. Unos como usted y como yo, desde estas líneas; otros, entregados con devoción a ayudar en domicilios y residencias a los que se encuentran solos y desvalidos. Lavarles el culo, darles la comida, acompañarles a pasear, leerles algunos relatos, charlar con empatía y recrearse comentando las fotografías de color sepia de sus familiares donde se ven algunos de sus hijos, (algunos hijos de puta que los tienen abandonados como a animales a merced de cualquiera). Haberlos haylos, y con mucha mala leche.
La palabra emérito tiene varias acepciones y una de ellas se aplica a los funcionarios, más bien a los profesores jubilados que reciben una metopa y un diploma al finalizar sus servicios prestados a la Administración. A otros le propinan una patada en el culo, y a cagar a los bloques; encontrándote al día siguiente como un ser innecesario para los demás, convirtiéndote en un “mirón de vías y obras” o “inversor en bolsa”; bolsa del super para arriba y bolsa del pan para abajo. Realmente, la metopa y los relojes grabados, son más bien un merecimiento por esos servicios, que no un regalo. De su breve artículo, que me parece cojonudo, he subrayado unas líneas que les van directas al trigémino para darles en qué pensar, si es que le dan trabajo a sus cacúmenes, a los responsables públicos. “Es indecente ganar tantos miles de euros al mes y dar una paga extraordinaria, con gran esfuerzo de publicidad en todos los medios de comunicación y ver que parió la burra, lamentable”. Bien, señor Butrón, le diré que esas pagas que usted dice que son extraordinarias, no lo son, y ellos lo saben bien, sobre todo el que lo pregonaba continuamente en la televisión con toda su sonrisa y la parafernalia demagógica. Ese dinero tan extraordinario es lo que nos debían por el incremento del coste de la vida del año anterior, así de simple. No se engañe, ni permita que le tomen el pelo. Algún sindicato o partido de la siniestra mano le informaría mejor que yo. Lo de tener o no tener vergüenza, creo que eso va en la personalidad y la educación que hemos recibido cada uno. Si es pudor, modestia, rubor, etc., me lo creo porque entre los políticos siempre hay algunos que desarrolle y haga bien su tarea con la devoción y la buena fe que posee desde que su madre lo trajo a la vida. Yo me quedo con el decoro y con la ética. Lo que ganan, palabra mal colocada, señor Butrón, porque debiera decir lo que les pagan, es una cosa que hemos votado todos –como un cheque en blanco, vamos-, y es como aquello de Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como. “Yo propongo (el que sea), votamos todos de todos los colores (diestra, siniestra y colaterales), y miel sobre hojuelas”. Usted se queda con su pensión, que no le llega a final de mes, como el butano en algunos domicilios, que tardan en servir las bombonas dos y tres días, sin importarles un huevo de pato, y ellos practicando el capitalismo de la futura 8ª potencia mundial: Tu o Yo, y no Tu y Yo. Pero ahora que se acercan las Elecciones Generales y les den abrazos, estrechen sus manos recordándoles sus buenos tiempos de juventud (tiempos de guerra, de posguerra, hambre y de miseria), y le ofrezcan ramos de flores a las ancianas; todas ellas bien arregladitas y guapetonas, les inviten a meriendas o cenas, o les abonen algún viaje a la Península, díganle que tienen pujos, -incontenibles ganas de mear o de jiñar- y contengan las ganas de reír por no llorar, al ver las míseras pensiones que reciben después de toda una vida al servicio del País, criando a hijos para engrandecerlo, y que ellos disfruten de esos sueldazos tan opíparos que pagamos entre todos.
Como colofón y al final de su artículo les dice a los políticos: “Ahora que es urgente, ocúpense sin tardar, los mayores nos acordaremos, señores políticos, ustedes tienen la palabra”. Ellos tienen las palabras, los hechos y la sartén por el mango para redistribuir la riqueza. Digo redistribuir porque el jurdó (dinero) ya está distribuido y es necesario hacerlo de nuevo y con otros criterios más justos. Es una de sus obligaciones más importantes, velar por la estabilidad vital de los mayores, porque ellos mas pronto que tarde llegaran a peinar las canas que usted y yo, como otros cientos de miles, peinamos en la actualidad.
Decía Albert Schweitzer que los años arrugan la piel pero renunciar al entusiasmo arruga el alma. Señor Butrón: aunque no tengo el placer de conocero, le digo: ánimo y palante, que aún nos quedan muchos telediarios que ver -eso espero-.
Reciba un cordial saludo.
Juan J. Aranda
Málaga 16 de enero de 2004
Ahora que se acercan las Elecciones Generales tengo que decirle al señor don José Butrón (este periódico 06/02/04) que los políticos que en los mítines cuando vienen a persuadirnos a todos para que les votemos, sean del color que sean, debemos tenerles en cuenta una cosa muy importante: que las razones que invoquen para que le endiñemos la papeleta tienen que hacer vibrar nuestros sentimientos. Hay que desechar a los que crean los problemas para que la población siempre esté en vilo, como muchos gobernantes suelen hacer, por no decir la gran mayoría.
El título: “¿Quién piensa en nuestros mayores?”. Le diré, señor Butrón, exceptuando algunos altruistas, que somos nosotros quienes pensamos en nosotros mismos. Unos como usted y como yo, desde estas líneas; otros, entregados con devoción a ayudar en domicilios y residencias a los que se encuentran solos y desvalidos. Lavarles el culo, darles la comida, acompañarles a pasear, leerles algunos relatos, charlar con empatía y recrearse comentando las fotografías de color sepia de sus familiares donde se ven algunos de sus hijos, (algunos hijos de puta que los tienen abandonados como a animales a merced de cualquiera). Haberlos haylos, y con mucha mala leche.
La palabra emérito tiene varias acepciones y una de ellas se aplica a los funcionarios, más bien a los profesores jubilados que reciben una metopa y un diploma al finalizar sus servicios prestados a la Administración. A otros le propinan una patada en el culo, y a cagar a los bloques; encontrándote al día siguiente como un ser innecesario para los demás, convirtiéndote en un “mirón de vías y obras” o “inversor en bolsa”; bolsa del super para arriba y bolsa del pan para abajo. Realmente, la metopa y los relojes grabados, son más bien un merecimiento por esos servicios, que no un regalo. De su breve artículo, que me parece cojonudo, he subrayado unas líneas que les van directas al trigémino para darles en qué pensar, si es que le dan trabajo a sus cacúmenes, a los responsables públicos. “Es indecente ganar tantos miles de euros al mes y dar una paga extraordinaria, con gran esfuerzo de publicidad en todos los medios de comunicación y ver que parió la burra, lamentable”. Bien, señor Butrón, le diré que esas pagas que usted dice que son extraordinarias, no lo son, y ellos lo saben bien, sobre todo el que lo pregonaba continuamente en la televisión con toda su sonrisa y la parafernalia demagógica. Ese dinero tan extraordinario es lo que nos debían por el incremento del coste de la vida del año anterior, así de simple. No se engañe, ni permita que le tomen el pelo. Algún sindicato o partido de la siniestra mano le informaría mejor que yo. Lo de tener o no tener vergüenza, creo que eso va en la personalidad y la educación que hemos recibido cada uno. Si es pudor, modestia, rubor, etc., me lo creo porque entre los políticos siempre hay algunos que desarrolle y haga bien su tarea con la devoción y la buena fe que posee desde que su madre lo trajo a la vida. Yo me quedo con el decoro y con la ética. Lo que ganan, palabra mal colocada, señor Butrón, porque debiera decir lo que les pagan, es una cosa que hemos votado todos –como un cheque en blanco, vamos-, y es como aquello de Juan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como. “Yo propongo (el que sea), votamos todos de todos los colores (diestra, siniestra y colaterales), y miel sobre hojuelas”. Usted se queda con su pensión, que no le llega a final de mes, como el butano en algunos domicilios, que tardan en servir las bombonas dos y tres días, sin importarles un huevo de pato, y ellos practicando el capitalismo de la futura 8ª potencia mundial: Tu o Yo, y no Tu y Yo. Pero ahora que se acercan las Elecciones Generales y les den abrazos, estrechen sus manos recordándoles sus buenos tiempos de juventud (tiempos de guerra, de posguerra, hambre y de miseria), y le ofrezcan ramos de flores a las ancianas; todas ellas bien arregladitas y guapetonas, les inviten a meriendas o cenas, o les abonen algún viaje a la Península, díganle que tienen pujos, -incontenibles ganas de mear o de jiñar- y contengan las ganas de reír por no llorar, al ver las míseras pensiones que reciben después de toda una vida al servicio del País, criando a hijos para engrandecerlo, y que ellos disfruten de esos sueldazos tan opíparos que pagamos entre todos.
Como colofón y al final de su artículo les dice a los políticos: “Ahora que es urgente, ocúpense sin tardar, los mayores nos acordaremos, señores políticos, ustedes tienen la palabra”. Ellos tienen las palabras, los hechos y la sartén por el mango para redistribuir la riqueza. Digo redistribuir porque el jurdó (dinero) ya está distribuido y es necesario hacerlo de nuevo y con otros criterios más justos. Es una de sus obligaciones más importantes, velar por la estabilidad vital de los mayores, porque ellos mas pronto que tarde llegaran a peinar las canas que usted y yo, como otros cientos de miles, peinamos en la actualidad.
Decía Albert Schweitzer que los años arrugan la piel pero renunciar al entusiasmo arruga el alma. Señor Butrón: aunque no tengo el placer de conocero, le digo: ánimo y palante, que aún nos quedan muchos telediarios que ver -eso espero-.
Reciba un cordial saludo.
Juan J. Aranda
Málaga 16 de enero de 2004
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