miércoles, enero 04, 2006

Mi apoyo para ASOME 01/03/2004

MI APOYO PARA LA ASOCIACIÓN DE SORDOS (ASOME)
     
Ya sé que cuando lean esto la noticia estará fría y algunas personas ni se acordaran de ella.  Solo el mosqueo, y también el cabreo con toda su razón, de la Asociación de Sordos de Melilla (ASOME).  Me refiero a la negativa por parte de los responsables de Iberia en el aeropuerto de nuestra ciudad a que viajaran tres jóvenes sordos sin compañía de un responsable.  Hay que joderse, con el nombre tan lindo que tiene esa compañía. Las familias de estos chavales sintieron rabia, indignación e impotencia.  Yo sentí al leerlo algo así como cuando estás en un sitio asqueroso y maloliente y no puedes respirar a pleno pulmón, más bien asco y repugnancia, dos sinónimos que pueden ir de la mano hacia la mierda.  Las explicaciones que dieron: “Las personas sordas entran en el grupo de discapacitados de movilidad reducida y por ello solamente podrían viajar en la aeronave una persona de esas características por vuelo y dos con un responsable independientemente de sus edades”.   Seguramente estas palabras les fueron dichas por los empleados muy suavemente sin querer hacerles daño, y lamentándose, lógicamente, pero no se dieron cuenta que al pronunciarlas les golpearon con toda la maldad de esa orden o regla tan reaccionaria.  Una de las cosas ejemplares de un sistema democrático es que cada uno debe ser respetado como persona, y a estos chavales les abofetearon y pisotearon sus ideales y ensombrecido sus ilusiones y lo que es más grave: su ser como personas. Yo creo, y estoy seguro de ello, que el mejor medio para hacer el bien a un discapacitado, sea la discapacidad que tenga, es no tenerle jamás lástima, sino darle lo necesario para que pueda vivir sin ella, y que sea insertado en esta sociedad de egoístas, como usted o como yo.  Y a mí que la palabra insertado con respecto a los discapacitados no me satisface; porque ya están en la sociedad, no son de otra especie, son tan personas como cualquiera, e insertarlos es cosa obvia.  Más bien diría proteger y apoyar, y no como hace esta gente desde la mesa  de un gran despacho donde solo ven números y dividendos activos (ganancias) sin importarles el daño que puedan causarles con algunas de sus normas egoístas a un colectivo tan falto de sensibilidad de todos nosotros.  Si observan en algunos discapacitados verán que conservan en sus ojos la mirada de cuando eran unos niños.
Cuando vemos a una señorita uniformada de espaldas a la cabina de mando de una aeronave frente a los viajeros, con un chaleco salvavidas, gesticulando con sus brazos en posición de reverencia, cruzando ambos, como los saludos de los japoneses, abrochándose el chaleco, con los pulgares en posición de estiramiento de tirantes, en plan Fraga Iribarne en sus buenos tiempos, para desabrochárselo al instante, mientras una voz distante (en off) que no sabes de donde procede te va diciendo en varios idiomas lo que ella va haciendo, todo ello muy didáctico.  Hace varios años en un viaje de Málaga a Barcelona pude observar a una de estas señoritas haciendo ese “número” y la verdad, yo me sentía un poco entre divertido y asombrado;  divertido porque veía a una mujer gesticulando, sin pronunciar una sola palabra, como si le fuera la vida en ello, enseñándonos a todos los pasajeros cómo debíamos colocarnos un chaleco; y asombrado porque creía que ella pensaba que todo el pasaje éramos sordomudos, cuando en realidad es que ese “número” es de obligada actuación y cumplimiento en todos los aviones.  Si estos empleados ejecutan esas órdenes para un pasaje, que aparentemente habla con normalidad, donde se pueden escuchar voces indicando como se debe colocar un chaleco, ¿porqué no se permite que igualmente los sordomudos viajen como los demás, si ellos, por su incapacidad saben el lenguaje de los signos mejor que nadie?.
Muchas veces pienso que no se pierde nada con hacer creer que uno es sordo.  Imagino que se oirían muchas cosas que nunca se oirían.  Yo de momento, para el que dictó esa orden de prohibición tan retrógrada voy a hacerle un gesto que todo el mundo conoce y es: poner el brazo derecho en forma de ángulo recto con el puño cerrado donde sobresalga el dedo corazón hacia arriba. Y al que le parezca una grosería, guardo el de corazón y le enseño el pulgar que es un signo de aprobación o de saludo (ok) y ya está; pero que sepa que me queda la otra mano.
Un fuerte abrazo para todo el colectivo ASOME y particularmente a su presidente, el señor Utrera.  

                                   Juan J. Aranda
                                   Málaga 1 de marzo de 2004