viernes, enero 06, 2006

Periódicos gratis en los autobuses 23/04/2004

PERIÓDICOS GRATIS EN LOS AUTOBUSES DE MALAGA

Dicen que Rodrigo de Jerez fue el primer europeo que fumó tras una reunión con indios cubanos del cacique Maniabán.  En Ayamonte mientras fumaba, echando humo por la boca y la nariz, el Santo Oficio lo condenó a varios años de prisión porque creyeron que estaba endemoniado. Con esto no deseo parecer, porque no lo soy, enemigo furibundo del tabaco y mucho menos de los que, con placer, se envenenan los pulmones tapando  sus alveolos.  Yo digo, que allá ellos.   Que por cierto, desde hace poco tiempo lo tienen muy crudo el fumar en sitios públicos.  A mí me ocurre que a veces me agrada visitar con mi memoria pasajes en el recuerdo, y toparme con las luces y las sombras, más luces que sombras, de mi pasado de niñez, como el diario que todo el mundo llevamos a cuestas.  Esto es de cuando se fumaba en los cines, en gallinero y a escondidas; también en los autobuses con el consiguiente olor a nicotina y a sudor retestinado.  Recuerdo un niño que el pobrecillo tenía siempre los piojos en línea de desfile sobre su pelona cabeza; por más que se rascara los “suai-suai” o “ticcicts”, los muy cabrones eran inamovibles.  Otros fumaban cigarrillos de matalahúgas (o matalahúvas) que vendían en los carrillos de Melilla.  Yo lo probé alguna vez, y tengo que reconocer que su sabor era muy desagradable, haciéndome vomitar apenas le daba dos caladas.
En aquéllos años no nos podíamos ni imaginar que dentro de la “Camioneta” de la COA, por ejemplo, los usuarios pudieran coger de un depósito junto al conductor un periódico de cuatro  o seis páginas con información general de los barrios de la ciudad como los que en la actualidad existen en los de Málaga.  Y también que sea gratis.  Que ya me gustaría saber quien o quienes los financian, solo para agradecérselo.  Uno de estos periodiquitos malagueños se llama: “Qué pasa”, y se puede leer lo que ha ocurrido, o lo que hay proyectado para hacer en tu barriada.  Tiene su crucigrama, los signos del zodíaco, en fin, que vas sentado tranquilo y confortablemente, y además leyendo estas noticias locales mientras te diriges a tu destino.  En Torremolinos existe uno en el que es raro que el alcalde no venga fotografiado cada día en primera página.  Algunos jubilados malagueños, según la pensión que cobran, solo les cuesta el viaje una peseta de las de antes.  El precio de su bonobús, como es lógico, es simbólico.   En pleno verano se pueden ver, yo conozco a uno de ellos, amigo mío muy cachondo, a señores de cierta edad madura (jubilados) viajar en los autobuses por todas las líneas de Málaga, y todo porque cuando la canícula está en su cenit con cerca de los 40 º a la sombra, los autobuses malagueños son un oasis por lo fresquito que se viaja en ellos.  Este conocido es un hombre que se ríe de sí mismo; es de lo más guasón que te puedas echar a la cara.  Dice que tiene una boca que parece un buzón, y una nariz que más bien podía ser “oledor” oficial de la cocina de un gran hotel, y el caso es que es verdad, lo de su nariz me refiero.  Para refrendarlo cita siempre a Quevedo : “ De narices no me quejo,/ que buen pedazo me dio,/ para que caballo fuera/ del espejo de Arión./ La boca tampoco es rana,/ que si me río, por Dios,/ que del puente toledano/ parece el ojo mayor”.  Su nariz tiene unas ventanas muy bien cuidadas que le caen las lágrimas cuando recita algún chascarrillo de su escritor favorito, su paisano Arturo Reyes.  El tío se parte de risa con cualquier cosa, y cuando me coge por banda, cosa que me agrada mucho, me recita siempre algún poema del gran escritor malagueño, que muchos melillenses conocen por el antiguo nombre que tenía la actual calle rotulada con el de Ad- Elkader Hach Tieb.  “Adiós Málaga la Bella/ tierra donde yo nací,/ para todos fuiste madre/ y madrastra para mí”.   Arturo Reyes escribió estos versos con un poco de rencor, debido a los recuerdos de la infancia tan desgraciada que tuvo ya que la madre murió cuando él tenía pocos años y su padre cuando cumplió los doce.   Este amigo como es buen conocedor de los personajes de la Málaga de principios del siglo pasado me atreví pedirle que me recitara unos versos de otro escritor malagueño, José C. Bruna, que también poseía su mijita de gracia, como mucha gente de esta bendita tierra.  El poema se refiere a lo que se vendía en los aguaduchos que colocaban en medio de las calles, más o menos era como los enjuagues que hacíamos los niños con regaliz  y agua en una botella, pegándole meneones hasta que se derretía, pero la famosa cuajaíta, que así se llamaba lo que vendían en Málaga, era otra cosa: “ Por un céntimo da un vaso/ de excelente cuajaíta,/ que es cara la mercancía;/ basta sin embargo,/ para refrescar la campanilla./ En cuanto al gusto que tiene/ hay opiniones distintas./ Yo creo que sabe a todo,/ ya que es una cosa mixta, / de cuanto sobra en garrafas/ de mayor categoría”.   Mi amigo se llama Juan, como un servidor de ustedes, y más de una vez lo citaré, como a otro buen amigo fallecido, don Rafael, Rafalito para nosotros, sus amigos.
Reciban un saludo


                                   Juan J. Aranda
                                   Málaga abril de 2004