viernes, marzo 10, 2006

A ELADIO ALGARRA 04/09/04

A ELADIO ALGARRA, POETA ANDARIEGO DE RUSADIR,
QUE LE PROMETIERON UN “HUEQUECITO” PARA SUS VERSOS
Y SE QUEDÓ EN UNA PROMESA INCUMPLIDA

Leo en el María Moliner que “flagelante” es la persona que se flagela como penitente; o sea, el que se da unos cuantos latigazos o anda descalzo durante una procesión de varias horas porque cree haber cometido tal pecado y es merecedor de ese daño que se inflige. Otra es el flagelador que tiene las ideas un poco retorcidas, siendo la persona que endiña a otra los latigazos y hace a la fuerza que esta ande descalza; en este caso, en vez de latigazos y andar descalzo, fue humillación lo que sintió Eladio Algarra en lo más hondo de su alma por una señora del “Caserón de Enrique Nieto” de la Plaza de España que le prometió que podía leer sus versos en la conmemoración de la Conquista de Melilla en la Plaza del Reloj, y se quedó como cuando a un niño le prometen un juguete y no se lo dan. Para el que no lo conozca, Eladio fue un abnegado maestro de escuela de los antiguos, y amante de su profesión. Era de los que entraban a clase media hora antes y salía media hora después para desasnar a muchos chaveas melillenses de Cabrerizas. Es un romántico de los que apenas quedan en estos tiempos. Su idealismo le hace ser soñador con su sentimentalismo a flor de piel. Sus versos irradian amor hacia las gentes de Melilla, a sus calles y parques, a los pájaros, a sus “Golondrinas y estorninos por el cielo de Melilla” (1º Premio de Poesía, recibido en Málaga), “La luz se hace Nacimiento” (1º Premio Literario de Relato Corto y Poesía de Navidad “Ciudad de Melilla” 2004). Es autor de una docena de libros de poesía y colaborador en varios medios de comunicación, entre ellos el que tienen en sus manos. Le canta con sus poemas a todo lo que deslumbra nuestra ciudad. Todo lo que escribe son hijos legítimos de su emoción. Sus versos son finos y profundos como una larga nota “calderoniana” en un violín Stradivarius. El hombre, todo ilusionado, se encaminó hacia la Plaza de España donde al parecer ésta señora está al servicio del ciudadano, rogándole cortésmente permiso para leer un poema titulado: “A las Mesnadas Andaluzas”. Le dejó su teléfono para que estuvieran en comunicación, y tan incauto y tan sencillo fue que creyó llegado el momento recitaría su poema de apenas tres minutos de lectura. Él quería reivindicar algo de una modesta gloria a los soldados pertenecientes a las mesnadas de Pedro Estopiñán, porque gracias a ellos, soldados rasos y gente de la mar andaluza, y no me equivoco si digo que gracias a ellos, llevamos 507 años en esta bendita tierra. Bien pues llegado el momento en la Plaza del Reloj de Melilla la Vieja, todo previa cita personal con la señora, al parecer responsable del permiso, ésta le dijo que: “Buscaremos un huequecito para los versos”. Claro está que ese “huequecito” brilló por su ausencia, y los versos de Eladio, acto seguido quedaron doblados y doloridos en un bolsillo de su pantalón.
Dicen algunos que el dictador Pinochet prohibió la lectura del Quijote por miedo a que pudiera leerse como defensa a la desobediencia civil. Si esta señora hubiese sabido, antes de darle el NO por respuesta a nuestro amigo y compañero, que la poesía es tan sublime que hace bello hasta el dolor, y que todo lo oscuro lo colorea como el arco iris en la lontananza del mar, hubiese buscado ese “huequecito para los versos” y así las banderas que ondeaban al viento y toda la parafernalia en lo alto de Rusadir hubieran brillado aún más en todo su esplendor. No sé si sabrá que la cultura debe impregnar todos los campos de la política de un país, lo mismo que elegir ser político, que es como un sacerdocio: dar todo lo que tienes por los demás. Aunque sonrían con socarronería por esto último, deben saber que es la pura, y a veces dura, realidad, aunque algunos de ellos, apenas tienen en sus manos la poltrona, se lo pasan por los forros de sus calzoncillos o bragas, según el sexo. Otros tienen tanta suerte que parecen que han nacido con una flor en el culo.
A mi amigo don Eladio Algarra le digo que no se apure que el poema que le negaron declamar en la Plaza del Reloj, que lo publique en este periódico ya que a mucha gente le gustaría leer sus “Mesnadas Andaluzas” y deleitarnos a todos con sus versos llenos de amor patrio. A propósito le recuerdo un refrán que puede muy bien venir a cuento: “Hombre chico, venenico”. Este refrán se refiere también a una anécdota que le ocurrió al bajito y célebre pintor Toulouse-Lautrec que estando rodeado una vez de circunstantes talludos, alguien vino a decirle, por su sencillez en el vestir y su corta estatura, que sin duda debía sentirse muy incómodo allí. “En efecto, mi querido amigo (repuso al punto el ilustre chiquito). Me siento como una monedita de oro en medio de un montón de calderilla”.
Amigo y compañero Eladio: tu poema es la monedita de oro despreciado por la sinrazón.
Reciban un cordial saludo.


Juan J. Aranda
Málaga 4 de septiembre 2004