miércoles, enero 04, 2006

Civismo y urbanidad de personas y letrinas públicas de canes 10/01/2004

CIVISMOY URBANIDAD DE PERSONAS,  Y LETRINAS PÚBLICAS DE CANES

     En los modernos y confortables autobuses de Málaga se pueden ver unos carteles con un perro con pañales, como si fuesen unos bebés, y al lado una mano enguantada en una bolsa de plástico.  Debajo se lee: “Si no se lo pones recógelo”.   Así de simple.   Si no le pones el pañal a tu perro llévate su mierda, que también es la tuya -porque el perro es tuyo- o deposítala en el contenedor más próximo; más o menos es lo que quiere decir.  Lo malo sería si el animal tiene diarrea.  Todo esto es porque leo en este periódico del 2 de enero varias quejas que hace una ciudadana sobre las normas más elementales, cívicas más bien, de los amos o dueños de canes, en especial referencia a los peligrosos, que pueden atacar a cualquier persona.  Pruebas las hay a menudo, y algunas de ellas con resultado de muerte violenta. Hay una lectora, M.A.S.C , que dice: “.... todos los días, y en particular los fines de semanas que muchos de estos dueños se dedican a dejar sus perros sin correa ni bozal, bien paseando por las calles, bien en el Parque Hernández”.  Se siente “un poco cansada “ de su impotencia, puesto que si llama a la policía, mientras vienen, se han ido perros y amos -no importa el orden- o bien les colocan sus bozales y correas, y aquí no ha pasado nada.  Yo he podido observar en algunos jardines públicos de esta ciudad, Málaga, a perros babeantes sueltos y sin bozal que corren, brincan, asustando con sus ladridos juguetones a muchas personas, cagarse en el verde césped o mearse en el tronco de un árbol, mientras el dueño se golpea en las piernas con la correa sin importarle nada el terror que su perro está causando a muchas personas que pasean cerca: “No tenga miedo, si no hace nada”, dicen algunos; y los “amantes” de los animales observando maravillados la estampa de saltos perrunos: “¡Qué perro más hermoso, mira como salta, qué animal más bonito! ”, omitiendo, claro está, el montón de fulañí que este ha dejado en el paseo recién baldeado por los servicios de limpiezas municipales.  Ahora cambien el personaje y en vez de ser un perro  vean a un niño de corta edad -5 años- que anda correteando por ese mismo césped, sin hacer pipí ni caca, porque sus padres lo han enseñado desde que era un bebé a hacerlo en el retrete de su hogar.  Aplicando la egoísta y mierdosa ley del embudo: “¡Eh, oiga, que el césped no se puede pisar!”, dijo el dueño de uno de los perros babosos que se cagaron en ese mismo césped, a la madre del crío.  Esta evitando problemas, cogió a su niño y temerosa y enfadada se fue sin más discusión.  
La señora M.A.S.C. dice también que no quiere denunciarlos porque en Melilla: “... nos conocemos todos, y la posibilidad de que la denuncia no llegue a ningún sitio es muy alta”.  Con todos mis respetos comprendiendo y también compartiendo su enfado, discrepo sobre ese aspecto.   Tenga por seguro que una denuncia en el juzgado de guardia siempre llega a “su sitio”.  Tarde más o tarde menos, siempre llega hasta el final.  Lo que pasa que hay que ponerse “una vez colorado, y no un ciento amarillo”, como dice el refrán.   Y si el amo de un perro no cumple con sus obligaciones, pues que sea castigado con lo que estipule la ley.   Porque no vamos a estar pisando mierda por nuestras calles toda la vida por culpa de unos maleducados, faltos de desasnar (ofensa para el noble burro) y de urbanidad y cortesía con sus vecinos.  
Y como va de perros, lean un chisneto de mi amigo Redoli que no ha tenido la suerte de salir elegido rector de la Universidad de Málaga:


DE UN PERRO QUE VOLVIÓ DE RUSIA

Se encontraron, después de unos años,
dos perros que estuvieron separados
por motivos -quizás- nunca aclarados,
digamos que por móviles extraños.

“¿Dónde estuviste tanto tiempo ausente?”,
preguntó el primer perro al que volvía.
“En Rusia. Y en Moscú donde vivía,
no me faltaba carne y pan caliente.

Y si el frío apretaba en invierno,
yo tenía mi estufa de carbón.
Y mi dueño con pieles me hizo un terno.”

“¿Y estando tan a gusto te has venido?”,
preguntó el otro perro socarrón.
Y confesó el canino presumido:

“En realidad me tuve que marchar....
tenía ganas de ladrar.”



Redoli cuenta que este chisneto con argumentos políticos en la actualidad está fuera de lugar por el país a que se refiere pero que bien puede aplicarse a Cuba, por ejemplo.


Reciban un saludo.


                                   Juan J. Aranda

                                   Málaga 10 de enero de 2004

























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